martes, 16 de agosto de 2011

Reiko.

" Durante esos tres meses salimos juntos una vez por semana. Fuimos a muchos sitios, hablamos de muchas cosas. Y empezó a gustarme. A su lado, tenía la sensación de que finalmente la vida volvía a pertenecerme. Cuando estaba con él, me tranquilizaba y olvidaba muchas angustias. Por ejemplo, que jamás podría ser concertista, que había estado ingresada en un hospital psiquiátrico.. ¿Acaso iba a terminar mi vida por esto?
La vida me reserva un montón de cosas maravillosas que yo desconocía. Y sólo por hacerme sentir de esta manera, le estaba agradecida de todo corazón. A los tres meses volvió a pedirme que me casara con él. Le dije: "Si quieres acostarte conmigo,a mí no me importa. Jamás me he acostado con nadie, pero me gustas mucho, así que, si quieres hacer el amor conmigo, me parece bien. Pero casarnos es algo muy distinto. Eso sería más duro de lo que supones. ¿Lo entiendes?

Él dijo que no le importaba. No buscaba acostarse conmigo. Quería casarse y compartir nuestras vidas. y los deseaba de todo corazón. Era de esas personas que dicen lo que piensan y que llevan a la práctica lo que dicen. "Casémonos", accedí. ¡Qué otra cosa podía decirle! Por este motivo, el discutió con sus padres y dejaron de verse. Su familia procedía de la zona rural de Shikoku. Sus padres me investigaron a fondo, se enteraron de que había estado hospitalizada dos veces. Así que se opusieron a la boda y se pelearon. No les faltaba razones para oponerse. Por eso no hicimos celebración de boda. Sólo fuimos al ayuntamiento, nos inscribimos en el Registro Civil y nos marchamos dos días a Hakone. Pero fui muy feliz. después de todo, llegué virgen al matrimonio. Me casé a los veinticinco años. Creía que, mientras estuviese a su lado, no tendría problemas. Mientras estuviese a su lado, nada malo podría sucederme. En enfermedades como la mía es fundamental confiar en alguien. Pensaba que podía dejarlo todo en sus manos. Que si mi estado empeoraba, es decir, si los tornillos empezaban a aflojarse, él se daría cuenta enseguida y, con todo su cariño y toda su paciencia,mapretaría los tornillos, desenredaría la madeja. Y con esta confianza no tenía por qué recaer. Aquel ¡crac! no tenía por qué producirse. ¡Estaba tan contenta! La vida me parecía maravillosa. Me sentía como si hubiese sido rescatda de un mar de aguas frías y agitadas y me hubiesen acostado en un lecho, cálidamente, arropada entre mantas. "

2 comentarios:

  1. Que bueno es encontrar a una persona que te comprenda.

    Un relato muy interesante, me ha gustado:)

    Besitos y sonrisas locas:))

    ResponderEliminar
  2. Me gusta un puñado :)
    ¡Se parece a "L'Étranger" de Camus!

    ResponderEliminar