martes, 1 de noviembre de 2011

- ¡Qué pena que estemos tan lejos de mi casa! Me encantaría regalarte algo.
Por fin continuó:
- Bueno, como no tengo aquí nada para darte, te regalo el secreto de una palabra. Las palabras tienen secretos, ¿sabes? Secretos que son como el fuego que esconde el corazón de la tierra, como la brillante veta de plata que recorre la oscuridad de la mina. A ver, a ver, ¿qué palabra te podría dar?
Y, mientras decía esto, el viejo la miraba fijamente, como si quisiese meterse en su mente.
- ¡Ya sé, ya sé! Te regalo la palaba "pupila". Pregúntale a tu profesor de latín de dónde viene. Y, cuando lo sepas, te acordarás de este viejo, que se quedó con tu imagen grabada en la retina.
[...]
Abrió el cuaderno y escribió "pupila"
- Pues es una bonita palabra - le dijo su profesor, un joven loco por las etimologías-. Viene, es verdad del latín y comparte el origen con poupée, que en francés quiere decir "muñeca". Pues en aquel tiempo (y hoy también, qué duda cabe) cuando alguien miraba a otra persona a los ojos, se veía reflejado en ellos como si fuese una muñequita. De ahí viene la palabra: pupila es la muñeca que tú ves en los ojos de quien te mira.

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